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Edith Stein – ¿Qué es la Filosofía? por Dr Maciel y Lic. Aldama
Sublime esta obra de Edith Stein, mostrada y presentada por el Dr. Fidel Maciel, en el 70 Aniversario de su fallecimiento, el año pasado, con algunos párrafos especialmente seleccionados de esta obra, que muestran el diálogo entre Santo Tomás de Aquino y Husserl. Todo ello precedido por una introducción general -y a cada capítulo en particular- a cargo del Lic. Daniel Aldama.
Edith, tienes mucho, mucho por descubrirnos. Gracias.
Esta destacada obra de Edith Stein, publicada originalmente en 1929, crea un diálogo ficticio entre Edmund Husserl y Santo Tomás de Aquino. En ella se puede encontrar lo que ambos pensadores tienen en común, pero sin que las diferencias -que por momentos son muy profundas-, sean minimizadas o negadas.
De este modo, se acerca a la Fenomenología el pensamiento propio de Santo Tomás, a quien se le otorga un indudable protagonismo en el texto.
Recordemos que, en su vida, Stein (1891-1942) desplegó un proceso unívoco que la llevó desde la «Fenomenología» hacia el «Tomismo». La fenomenología, en ella, es sólo como un punto de partida. Nunca el de llegada. Vemos así cómo, tras el encuentro con Cristo y su conversión al Catolicismo en 1921, esta célebre discípula y asistente de Husserl se dejó colmar por la Gracia Divina al punto de marcar definitiva e irreversiblemente su vida y su camino de reflexión. Es más, desde que tradujo las «Questiones Disputatae de Veritate» -trabajo que comenzó hacia 1928 y que publicó en dos volúmenes en 1932-, abrazó definitivamente la «Filosofía Perenne» de Santo Tomás con singular predilección, y ya nunca la abandonó.
Precisamente esta obra es una especie de «puente» que nuestra filósofa tiende a los «fenomenólogos» de su época, a quienes les presenta la figura del Doctor Angélico con maestría, y como incitándolos al mismo tiempo a dedicarse al estudio serio de su Doctrina.
Quizá ella divisó en el Tomismo el paso necesario que permite a la Fenomenología superar sus propios límites. Algo comprensible ya que se ve en el mismo Husserl que, aunque trató de combatir el idealismo filosófico, lamentablemente terminó preso de él.
El texto ha sido traducido directamente del original alemán “Was ist Philosophie?”1 por Frau Dorotea Schmidt y el Dr. Fidel Maciel especialmente para el Centro Pieper de Mar del Plata, y fue presentado en su “Studium” 2 del 7 de Agosto del 2012.
A continuación tenéis esta ponencia a través de Scribd subido por el mismo Centro impulsor de las Conferencias (Centro Pieper):
El libro de la vida. “La séptima morada” Edith Stein
La pieza “La séptima morada”, dirigida por Stella Galazzi, sigue el derrotero de Edith Stein, una religiosa víctima del nazismo.
POR Leni Gonzalez
LA NOCHE OSCURA. La actriz Lili Grinberg interpreta a Stein en su celda.
«Ya no hay tiempo; quizá sólo una noche… Tal vez a la mañana ya vengan por mí.” En la celda del monasterio carmelita en Echt, Holanda, la noche del 2 de agosto de 1942, Edith Stein espera a la Gestapo. Pocos días después, el 9, morirá en la cámara de gas de Auschwitz. No la salvó la conversión al catolicismo veinte años antes, ni su ingreso a la orden de las Carmelitas descalzas de Colonia, en 1933, con el nombre de Teresa Benedicta de La Cruz. Ni tampoco quiso salvarse, a pesar de tener las posibilidades de escapar a América con sus hermanos, a pesar de contar con reconocimiento intelectual, de poder dar clases y conferencias, ella, la discípula brillante de Edmund Husserl. Eligió la muerte, el martirio, el otro camino, la libertad del espíritu. Sobre esa historia, acerca de esa elección, trata La séptima morada.
Tal vez algunos recuerden este título por la película de la húngara Marta Meszaros, con Maia Morgenstern. Y con toda razón, porque sobre el guión del filme de 1995, escrito por Eva Pataki, está basada la obra que después adaptó Stella Galazzi, la directora de este unipersonal que interpreta Lili Grinberg, la impulsora del proyecto. “La que primero me habló de Edith Stein fue Matilde Kusminsky, la mujer de Sabato. Ella también era judía y conversa al cristianismo. Entonces, cuando viajé a Francia, Matilde me pidió que le trajera libros de y sobre Stein y yo también me los compré, los leí y me sentí muy identificada: soy judía y como a ella, la fenomenología de Husserl me había impactado en la facultad; y de chica, igual que ella, ya me sentía mujer y quería ser tratada con dignidad”, dice Grinberg, además de actriz, escribana y danzaterapeuta.
En Yom Kipur, el Día del Perdón de 1891, el 12 de octubre, nacía Edith Stein en la actual Wroclaw, Polonia (antes Breslau en Prusia), la menor de once hijos de un matrimonio judío. Pasados los veinte años, comienza a tomar clases de filosofía y psicología en la Universidad de Gotinga donde conoce a Husserl y forma parte de la escuela fenomenológica junto a Adolf Reinach, Hans Theodor Conrad y su mujer, Hedwig Martius, entre otros. “Al comenzar la guerra, Reinach fue convocado para alistarse en el ejército y yo me presenté como enfermera. Antes de partir al campo de batalla, se hizo bautizar. Esa fue la última vez que lo vi”, cuenta Stein en la obra que transita aquella larga noche en que repasa su vida, antes de que ella y su hermana Rosa sean llevadas por los nazis.
Varios intelectuales judíos se convirtieron al cristianismo en esos “tiempos sombríos” y no sólo por necesidad. “Hacía mucho tiempo que yo vivía en el misterio de la cruz”, responde a los incrédulos Stein. Después de su voluntariado en un hospital austríaco, en 1916 continúa los estudios, termina su tesis doctoral (Sobre el problema de la empatía) y Husserl la nombra asistente personal. Mientras tanto, el encuentro con la viuda de Reinach y su fortaleza frente al dolor fueron determinantes para la joven Stein: “Este fue mi primer contacto con la fe. La vi, la experimenté, la sentí. La fe que puede vencer a la muerte. Al otro día, me compré el Nuevo Testamento”.
Sin embargo, fue en 1921, en la biblioteca de la casa del matrimonio Conrad-Martius, donde encuentra Libro de la vida , la autobiografía de Santa Teresa de Jesús. El efecto fue inmediato: en enero de 1922 se bautizó, una decisión que su madre viuda no le perdonó.
“No vengo de una familia religiosa, yo no lo soy, pero sí con una fuerte tradición”, dice Grinberg. “Pero La séptima morada habla de la libertad de elegir, de ser quien es uno en esencia, de recorrer el camino del alma.” En cambio, absolutamente agnóstica, a Galazzi, la directora de la obra y docente de Grinberg, le interesó la propuesta por la intensidad de este personaje excepcional: una intelectual de peso, con medios a su alcance, autora de Ser finito y eterno. Ensayo de acceso al sentido del ser (su principal obra filosófica, publicada post mortem, en 1950), que sin negar su origen ni su tradición, se juega por su propia búsqueda. Como lo hizo Santa Teresa de Jesús, en el siglo XVI, de familia conversa, judía por línea paterna, la creadora de Las moradas o Castillo interior, su última obra y una alegoría sobre los grados del ascenso espiritual, desde la ascética hasta la mística. “Creo que esta obra plantea la unión y de alguna manera, el ‘efecto Francisco’ va en el mismo sentido. Pero nosotras empezamos hace rato”, dice Galazzi quien adaptó y redujo el largo texto de Pataki.
Poco antes de comenzar la Segunda Guerra, en 1938, año en que muere Husserl, la orden envía a Edith, acompañada por su hermana Rosa, a Holanda para resguardarla. Sin embargo, era el final.
En 1998, el papa Juan Pablo II la canonizó en la Basílica de San Pedro y la declaró, un año después, copatrona de Europa y “puente de la comprensión recíproca entre hebreos y cristianos”.
Tomado de: http://www.revistaenie.clarin.com/
Edith Stein
Hoy nos visita Edith Stein, mujer buscadora infatigable de la verdad, que no renunció a extender el papel de la mujer, tocando así el del hombre:
Ella dijo:
Cuanto más oscuro se vuelve aquí todo para nosotros, tanto más
tenemos que abrir el corazón a la luz que viene de arriba.
Mi vida comienza cada mañana de nuevo y termina cada noche; más
allá no tengo planes ni propósitos.
http://prezi.com/6u6xezloufq9/edith-stein/
Edith Stein en su propio desarrollo ha tenido que emanciparse de expectativas ajenas, de determinaciones ajenas, de estimaciones ajenas, hasta el punto de que no se comprendió a sí misma específicamente como el «problema» femenino. «Como colegiala y joven estudiante he sido feminista radical. Luego perdí el interés por toda esta cuestión. Ahora busco, porque debo, soluciones puramente objetivas»76.
En la forma precipitada de hablar actualmente podría decirse que en ello se expresa una falta de solidaridad femenina. Por otro lado, ¿no se ha logrado en ella personalmente el objetivo del movimiento feminista, el de haberse hecho superfluo? Este objetivo no se ha alcanzado hasta hoy, pero Edith Stein documenta con su vida, sus reflexiones y su propia actitud una fase intermedia importante.
Leyendo atentamente sólo muy pocas cosas se han convertido en pura historia.
Las mujeres de hoy verán en Edith Stein en parte una «hermana desde la historia», en parte una hermana superada por la historia.
La orientación incondicional de la cuestión de la mujer según las afirmaciones bíblicas e incluso eclesiásticas parecerá innecesaria a muchos no creyentes. Pero precisamente aquí se muestra qué posibilidades innovadoras ha sabido encontrar Edith Stein en las afirmaciones interpretadas convencionalmente, hasta qué punto su intelecto apoyó el querer creer, cuan poco la tradición está agotada en su espíritu.
«Antes bien son posibles muchas más cosas de lo que se piensa comúnmente desde el punto de vista auténticamente católico, es decir, libre y amplio»77 .
Curiosamente coinciden por ejemplo Edith Stein y Simone de Beauvoir, que en lo demás están tan separadas, en el postulado de tomar en serio la personalidad femenina en sus predisposiciones individuales, en su propio proyecto de vida: en el cambio de la cuestión por lo femenino en sí hacia la atención por la persona, por la mujer individual y única, o más claramente, por lo humano en la mujer.
Naturalmente el concepto de persona de Beauvoir permanece finalmente vacío, es decir, llenado por poco más que la autonomía abstracta del ser uno mismo, mientras que Edith Stein concibe la persona desde sus disposiciones únicas en cada caso por su origen (divino) y experimenta los elementos genéricos (corporales y anímicos) existentes en ella ya no de modo determinante, sino que los apoya, pero en todo caso de modo subordinado. «Es que ninguna mujer es solo mujer».
Edith Stein no es «actual», es ella misma. En ella se juntan dos libertades: la libertad de la filósofa que piensa independientemente y la libertad de una cristiana liberada por la Revelación.
Ante este raro encuentro se impone la reflexión.
76 E. Stein, Carta 100 del 8-8-1931 a Callista Kopf OP, SB 1,97.
77 E. Stein, SB I, 97.
Hanna-Barbara Gerl-Falkovitz
Lehrstuhl fíir Religionphilosophie
und vergleichende Regionswissenschaft
Techische Universitát Dresden
Philosophische Fakultát 01062 Dresden Alemania